
El Bautismo
La palabra Bautismo significa loción, sumergir. Históricamente se le ha atribuido al agua una virtud purificadora. En Roma eran introducidos los infantes ocho días después de su nacimiento. Entre los israelitas estaban prescritas muchas purificaciones o lociones que eran como una preparación para los actos de culto. Y si nos fijamos el mismo Dios había lavado los pecados de los hombres mediante agua, mediante un diluvio.
El Bautismo es pues el sacramento que nos hace cristianos, seguidores de Jesucristo, hijos de Dios y miembros de la Iglesia.
Jesús instituyó el sacramento del Bautismo. Mateo,28,19 "Id, pues e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
El apóstol San Pedro en Jerusalén el día de Pentecostés, donde muchos de sus oyentes le preguntan qué tienen que hacer. Y él les responde Hechos 2,38 "A lo que Pedro les respondió: Haced penitencia, y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo".
El rito esencial del Bautismo consiste en derramar el agua sobre la cabeza del bautizando, pronunciando las palabras "Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".
El Bautismo es absolutamente necesario. Juan, 3,5 "En verdad, en verdad te digo respondió Jesús a Nicodemo, que quien no renaciere por el bautismo del agua, y la gracia del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios".
El Bautismo borra toda la mancha del pecado original y actúa y perdona toda la pena debida a los mismos.
El Bautismo vale para siempre. No puede reiterarse, ni revocarse e imprime nuestro carácter bautismal. El Espíritu Santo derrama en nosotros la gracia santificante que nos hace partícipes de la naturaleza divina y la gracia sacramental para vivir como buenos cristianos, como hijos de Dios.
Emilio Blasco. Ciudadanía Cristiana
AD MAIOREM DEI GLORIAM