Igualdad y Fraternidad en la Biblia
Cuando hablamos de Derechos humanos, a todos nos viene a la mente la Declaración de Derechos de Virginia (Bill of Rights) de Estados Unidos en 1776 y la la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, adoptada por la Asamblea Constituyente Francesa en 1793.
Pero realmente la igualdad ante la ley y la verdadera fraternidad de los hombres, las afirmó Jesucristo el primero. De su voz fue eco la de los apóstoles, que predicaban: Gálatas 3:28. "Y ya no hay distinción de judío ni griego, ni de siervo, ni libre, ni tampoco de hombre, ni mujer. Porque todos vosotros sois una cosa en Jesucristo".
Una de las principales características del Cristianismo ha sido y es el mandamiento del amor. Esto lo vemos en 1 Juan 4:20 "Si alguien dice que ama a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Porque si no ama a su hermano, a quien puede ver, mucho menos va a amar a Dios, a quien no puede ver". Ese amor y ese respeto por el otro se debe a una idea fundamental: Dios nos creó a su imagen y semejanza y jesús de Nazaret asumió la naturaleza humana para que el hombre se hiciese Dios.
Aunque en la Biblia no existe un Tratado de Derechos humanos como lo conocemos ahora, es evidente que Dios tuvo una predilección especial por los más pobres, por los desprotegidos, los huérfanos, las viudas, los más necesitados. No discrimina a nadie por ser mujer, por su raza, por su oficio, por ser pecador o prostituta.
Esa dignidad e igualdad la encontramos en el Génesis 1:26-27 cuando dice: Y por fin dijo: "Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra y domine a los peces del mar y a las aves del cielo y a las bestias y a toda la tierra y a todo reptil que se mueve sobre la tierra. Crió Dios al hombre a imagen y semejanza suya, a imagen de Dios le crió, los crió varón y hembra".
Es importante destacar que la imagen se refiere más a la forma física, al cuerpo mientras que semejanza se orienta a algo más espiritual.
El hombre es la única criatura capaz de hablar con Dios y recibe de Dios el poder de dominar la tierra. Tiene en sus manos las mismas cosas que Dios ha hecho. Todas las cosas que rodean al hombre son criaturas de Dios y han sido creadas para servirlo. Pero el hombre no puede dominar al hombre. Así en el salmo 8 6-7 dice "lo hiciste poco menos que un dios, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies".
En cuanto a la fraternidad, hay que decir que Israel se entendió siempre como un pueblo de hermanos, unidos por su origen y por su fe en un mismo Dios. Esta fraternidad, esta relación especial se ve en: Éxodo 21-25 "No contristarás ni oprimirás al extranjero, ya que también vosotros fuisteis extranjeros en tierra de Egipto. No haréis daño a la viuda ni al huérfano. Si prestares dinero al necesitado de mi pueblo, que mora contigo, no le has de apremiar como un exactor, ni oprimirle con usura. Si recibieres de tu prójimo su vestido o manta, en prenda, se lo volverás antes de ponerse el sol, supuesto que no tiene otro con que cubrirse y abrigar sus carnes, ni con que dormir o arroparse de noche".
También en el Deuteronomio 23,19 dice : " No prestarás a usura a tu hermano ni dinero, ni granos, ni otra cualquier cosa, sino solamente a los extranjeros. Mas a tu hermano le has de prestar sin usura lo que necesita, para que te bendiga el Dios tuyo en todo cuanto pusieres mano en la tierra que vas a poseer". Deuteronomio 15,7 " Si viniere a quedar pobre alguno de tus hermanos, que moran dentro de tus ciudades, en la tierra que tu Señor Dios te ha de dar, no endurezcas tu corazón ni cierres para con él tu mano, sino ábrela y préstale lo que vieres que él necesita".
Dios nos dice que todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre, lo que exige que
todos veamos en el otro a nuestro hermano. Nos exige que nos enfrentemos al Caín que está presente en nuestra sociedad y amemos al prójimo como a uno mismo fomentando y cuidando la hermandad personal con todos los hombres, con todos nuestros hermanos.
Emilio Blasco. Ciudadanía Cristiana
AD MAIOREM DEI GLORIAM