La Caja de Pandora

19.02.2023


En la caja de Pandora, de la que salieron todos los males que se esparcieron por toda la tierra, quedó la última Diosa, la Esperanza.

La esperanza es un don de Dios. La esperanza verdadera es la que nos trajo Jesús.

La esperanza es una virtud sobrenatural, que nos inclina a confiar en Dios y a esperar de Él la vida eterna y las gracias indispensables para merecerla acá en la tierra con las buenas obras.

Hay que tener claro que el objeto de la esperanza cristiana está fuera de este mundo.

Los frutos de la esperanza son:

  • La alegría. Nuestros pesares son como un grano de polvo, cuando pensamos en la inmortalidad. Dice San Francisco de Asís "Es tan grande el bien que espero, que toda pena se me trueca en gozo".
  • La libertad del espíritu. La esperanza nos desapega de la tierra, de la vida presente, de las ataduras inconsistentes; decían los santos ¡Cuán fea me parece la tierra, cuando contemplo el cielo!.
  • La fuerza. Ante las tentaciones, la esperanza murmura a nuestro oído las palabras de la madre de los Macabeos: "Hijo mío ¡fíjate en el cielo!.

Se peca contra la esperanza por exceso (presunción) y por defecto (desesperación). 

Presunción es la confianza excesiva de evitar el pecado y por tanto salvarse sin valerse de Dios.

Desesperación es la excesiva desconfianza de la bondad de Dios que conduce al desaliento. Hay quien dice "no me salvaré". Esto no tiene sentido porque en el Nuevo Testamento como sabemos predomina el amor. San Pablo describe al niño Jesús como una aparición de bondad. Jesús fue bueno para todos, pero especialmente para los pecadores. Tal como dijo San Juan Evangelista Dios es amor. Hay quien dice "Dios no me escucha". Dios nos dijo "Y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzareis"; Mateo, 21,22. Pero el problema es que a veces pedimos a Dios cosas nocivas e inútiles. Dios sabe lo que nos conviene.

Debemos de buscar primero el reino de Dios y su justicia. Debemos tener nuestros ojos fijos en el fin, en el cielo, que debe ser el objeto de nuestra esperanza. Debemos de olvidarnos de las cosas pasajeras. Eso debe orientar nuestra vida. 

"Así que buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas os serán dadas por añadidura"; Mateo, 6,34.

Y finalmente podemos añadir que debemos hacer todo cuanto podamos como si nada pudiéramos esperar de Dios y dejarnos gobernar por Él en todo momento.

Si aplicamos todo lo anterior habremos conseguido la felicidad de los santos.

Emilio Blasco. Ciudadanía Cristiana 


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