
La Creación
Todo lo que vemos ha sido creado por El. Todo tendrá su fin cuando lo ordene El.
A quien todo le debemos, por lo que ya ha hecho y por lo que le queda por hacer, nos debe merecer el máximo respeto y nuestra gran admiración, como signo de gratitud y amor.
Cuanto más amemos la vida como regalo venido del Cielo, más amaremos a Dios y su grandeza infinita.
El nos ha dado suficiente inteligencia para comprender que será vana nuestra labor, si trata de suplantar o modificar las disposiciones divinas que han llegado hasta nosotros.
Estamos obligados a respetar y asegurar la continuidad de dichas Disposiciones por ser testimonios de profetas, evangelistas, apóstoles y seres magníficos de buena voluntad y confirmadas y cumplidas por nuestros antepasados y por nuestros padres que nos dieron nuestro ser y por lo que dejó en la tierra el Divino Jesús, como hijo predilecto de Dios, enviado para nuestra redención.
En nuestros días debemos convencernos y sobretodo convencer a los demás que la Doctrina de Jesús, sus Leyes, Mandamientos y Naturaleza, por ser obra de Dios, no puede ser abandonada, ni modificada, mientras Dios no disponga otra cosa.
Debemos convencernos como hombres que:
- Dios nos inspira de conformidad con nuestros sentidos, activandonos para practicar las grandes ideas y aceptarlas con satisfacción.
- Dios nos orienta y nos favorece con un deseo de llevarlas a buen fin, entrando con pie firme por el camino seguro y verdadero.
Por ello cuando el mundo se equivoca de rumbo, y caminamos hacia el abismo, siempre aparece alguna voluntad firme que nos hace cambiar de dirección.
Y queremos remarcar que es una obligación cristiana, que aquel que haya descubierto la desorientación humana, en el trabajo, en su familia, en sus amigos, señale el camino que debe volver a tomarse.
Debemos de estar convencidos de que somos capaces de mejorar lo heredado y sacrificarnos con nuestra ejemplar conducta para que sigan mejorando los que nos sucedan. Y esto lo conseguiremos siguiendo el camino que recorrieron los hombres buenos, alcanzando un ideal común, fruto de la persuasión, de una mayor cultura general, de una mayor producción personal y colectiva y un reconocimiento de que el camino cristiano, claro y limpio, el señalado por Dios, es el único sendero natural válido para esta Humanidad para conseguir con gran sacrificio:
- su felicidad temporal
- la seguridad de la vida eterna
Finalmente es importante tener claro en nuestras vidas que el principio para llegar a un buen fin, debe ser una constante demostración de gratitud a quien nos ha traído a la vida y nos ha otorgado la libertad de disponer de nuestros actos y por tanto que dependa de nosotros mismos nuestra felicidad.
Emilio Blasco. Ciudadanía Cristiana
AD MAIOREM DEI GLORIAM